Durante gran parte del siglo veinte, el progreso científico operó bajo un contrato social tácito pero robusto. La universidad, financiada mayoritariamente con fondos públicos y guiada por ideales de conocimiento abierto, actuaba como el motor principal de los descubrimientos fundamentales. La industria, por su parte, tomaba esos hallazgos y los transformaba en productos, en una…

