Los mercados están cantando alto. Los índices marcan máximos, las compañías líderes absorben una parte inusual del valor global y las conferencias de resultados repiten la misma melodía: suba de ingresos, expansión de márgenes, promesas de productividad. En ese ruido de victorias, el miedo a un espejismo vuelve como reflejo condicionado. La pregunta es obvia y legítima. ¿Hay burbuja o solo precios ambiciosos apoyados en beneficios reales?
El último informe estratégico de Goldman Sachs, firmado por Peter Oppenheimer y su equipo, contesta sin grandilocuencias. El ciclo luce exigente, pero todavía no encaja en el patrón clásico de las grandes manías. La diferencia está en la anatomía de las valoraciones, en la salud de los balances y en la escala del apalancamiento.
La comparación que abre la puerta es conocida y, aun así, ilumina. En el pico de la burbuja puntocom, la relación precio sobre crecimiento de utilidades para el sector tecnológico estadounidense alcanzó un nivel que exigía milagros contables para justificar cada dólar pagado. Hoy ese mismo indicador se ubica bastante más abajo, incluso después de una racha de alzas prolongada. La cifra no es un amuleto contra correcciones, es una señal de que el precio conversa con ganancias efectivas y no solo con proyecciones exuberantes. Quien busque un espejo exacto de 1999 no lo encuentra en esa pared.
El paisaje corporativo también cambió. La cúpula del índice ya no está compuesta por decenas de aspirantes sin ingresos, sino por incumbentes con flujos de caja, disciplina de costos y posiciones dominantes en cadenas de suministro críticas. Esas empresas concentran una porción extraordinaria de la capitalización global y eso, por sí mismo, incomoda. La incomodidad no es una prueba de fragilidad sistémica. Señala un tipo de riesgo distinto. Un traspié regulatorio, un cuello de botella energético o un problema en hardware de alto valor puede moverse como onda sísmica. La diferencia con el pasado es que la base de utilidades ofrece amortiguación y las hojas de balance no necesitan respirador.
Qué dice el termómetro de valoración
El informe ordena los datos con una lógica que separa espuma de sustancia. La relación entre precio y crecimiento de utilidades luce elevada en términos históricos, pero está lejos de los extremos que precedieron estallidos. Los múltiplos se sostienen mejor cuando se corrigen por el ritmo de expansión de beneficios y cuando se comparan con un costo del capital que dejó de subir. Las revisiones de ganancias, además, no muestran un deterioro que contradiga la narrativa dominante. Hay dispersión por sectores y compañías, como siempre, pero el agregado todavía camina en la dirección correcta.
Esa lectura convive con un retrato más delicado de la concentración. Los diez nombres más valiosos reúnen una porción desproporcionada del mercado accionario global y los cinco primeros se llevan una tajada que desafía cualquier estándar de diversidad. El cuadro puede asustar a quienes recuerdan épocas de sobreprecio generalizado. La distinción clave es que la dominancia actual se explica por rentabilidad y escala operativa. No niega el peligro de excesos, lo desplaza hacia eventos idiosincráticos que interrumpan cadenas productivas o alteren planes de inversión. La obsesión por medir únicamente múltiplos promedio pierde parte del mapa.
El frente más sensible es la economía real de la inversión. La expansión de centros de cómputo, la compra de aceleradores, los contratos de energía de largo plazo y la logística de datos arman un rompecabezas que requiere capital en velocidad. Los acuerdos de provisión reaparecen con cláusulas de volumen y garantías cruzadas. Los proveedores financian equipos, los clientes aseguran demanda, los bancos participan a través de líneas específicas. En esa red de compromisos hay oportunidades y peligros. Si la productividad prometida llega a tiempo, el retorno del capital invertido sostiene la historia. Si los costos se encarecen o las versiones tecnológicas se renuevan más rápido que el ciclo presupuestario, la amortización se vuelve cuesta arriba.
La temperatura del mercado primario suma otra capa. El ritmo de salidas a Bolsa repuntó y las primas del primer día volvieron a niveles que devuelven recuerdos intensos. La diferencia con otras épocas está en la calidad promedio de los ingresos que llegan al mercado y en la menor dependencia del crédito para alimentar cotizaciones. Este punto merece vigilancia continua, no alarma automática. El ciclo puede exagerar valoraciones en segmentos especulativos sin arrastrar al conjunto. El beneficio de la duda dependen de que las utilidades sigan sosteniendo el relato.
La concentración de valor y de expectativas pide disciplina. Un tropiezo en una sola compañía puede sobredimensionarse si su peso en índices y carteras es gigantesco. La respuesta no es negar el liderazgo ni apostar ciegamente a la convergencia. Diversificar de verdad implica reconocer el motor actual del crecimiento sin convertirlo en único destino. El informe sugiere una convivencia madura entre posiciones en líderes con balances sólidos y exposición táctica a actores que capturen derrames de inversión sin arrastrar un riesgo operativo desmedido.
Otro punto de tensión es la cadena de suministro. La disponibilidad de chips avanzados, la maduración de nuevas fundiciones, los acuerdos de distribución y los contratos energéticos se han vuelto variables de primer orden para calcular retornos. El encarecimiento de la electricidad, la competencia por capacidad de fabricación y la obsolescencia acelerada de hardware exigen una contabilidad distinta. Los directores financieros que confunden pruebas piloto con productividad extensiva terminan pagando equipamiento al ritmo de la moda y no de la eficiencia. El estudio propone medir con dureza el retorno ajustado por costo de capital y por riesgo de desactualización.
El comportamiento de los inversores completa el cuadro. El interés minorista regresó, las conversaciones en torno a la automatización dominan presentaciones y la narrativa de crecimiento potencial ganó un brillo que todo lo impulsa. El ecosistema aún no muestra rasgos de apalancamiento masivo, pero el deseo de llegar primero a cualquier oportunidad puede empujar compras en etapas inmaduras. La historia aconseja paciencia. Los grandes ciclos tecnológicos suelen recompensar mejor al que selecciona activos con caja robusta y contratos escalables que al que persigue cada novedad con tal de no quedarse afuera. La captura de valor se decide en operaciones, no en slogans.
Precio vs crecimiento de ganancias (PEG) en tecnología de EE. UU.
Hoy: 1,7 veces. En 1999/2000: 3,7 veces.
Qué indica: las acciones están caras, pero mucho menos que en la burbuja puntocom. El precio guarda mejor relación con las ganancias.
Precio sobre ganancias a 24 meses: “Magnificent 7” vs líderes del 2000
Hoy: 26,8 veces. En 1999/2000: 52,0 veces.
Qué indica: los grandes de hoy valen mucho, aunque la mitad que en el 2000. Sigue siendo exigente, pero no extremo.
Valor de empresa sobre ventas a 24 meses
Hoy: 6,1 veces. En 1999/2000: 8,2 veces.
Qué indica: el mercado paga mucho por cada dólar de ventas, aunque menos que en la puntocom. Las ventas actuales vienen con negocios más sólidos.
Peso del grupo líder dentro del índice
Hoy: 35,6 %. En 1999/2000: 19,0 %.
Qué indica: pocas empresas mueven gran parte del mercado. Conviene no poner todo en los mismos nombres.
Tamaño conjunto de las empresas líderes
Hoy: 20.485 mil millones de USD. En 1999/2000: 2.457 mil millones.
Qué indica: el grupo más grande es muchísimo mayor que en 2000, con más ganancias y caja. Esto da más respaldo a los precios.
Mediana del precio sobre ganancias a 24 meses en los grandes de hoy
Hoy: 27 veces de mediana; 26 veces sin Tesla.
Qué indica: incluso el valor “típico” del grupo es alto. Se sostiene si las ganancias siguen creciendo.
Crecimiento implícito a muy largo plazo en TMT (modelo financiero)
Hoy: 8 % anual. En 1999/2000: 10 % anual.
Qué indica: los precios asumen crecimiento sostenido, menor que el de la burbuja. Es optimista, pero dentro de rangos razonables.
Crecimiento de dividendos que haría falta durante 10 años
Hoy: 25 % anual por una década. En 1999/2000: 35 % anual.
Qué indica: el requisito es alto, aunque más bajo que en 2000. Si las empresas cumplen, el nivel de precios es defendible.
Participación de EE. UU. en la bolsa mundial
Hoy: más del 60 % del valor de todas las acciones del mundo.
Qué indica: Estados Unidos domina el mercado global. Es un dato de tamaño, no una señal automática de burbuja.
Participación de las 10 y 5 mayores empresas de EE. UU. en la bolsa mundial
Top 10: 22 %. Top 5: 16 %.
Qué indica: hay mucha concentración en la cima. Sirve para dimensionar liderazgo y también el riesgo de depender solo de ese grupo.
Cómo navegar el ciclo sin perder la calma
Para inversores profesionales, la hoja de ruta es menos heroica de lo que suponen los titulares. Cartera diversificada por factores, regiones y estilos. Atención a la relación entre inversión y flujo de caja en proveedores de infraestructura. Sensibilidad a riesgos de concentración en índices y mandatos que lucen homogéneos pero esconden la misma apuesta core. Coberturas puntuales en segmentos sensibles a costos energéticos o a cuellos de botella en componentes críticos. Ese pragmatismo no vende tapas, pero evita disgustos.
Para ejecutivos, la receta es operativa. Diversificar proveedores, exigir interoperabilidad razonable, diseñar contratos que contemplen obsolescencia y revisar trimestralmente el retorno económico de cada despliegue. La presión por adoptar herramientas nuevas es real, al igual que los beneficios de productividad en tareas intensivas en información. La diferencia entre un caso de éxito y una sobreinversión es una planilla bien hecha. Los directorios que miden y ajustan ganan margen de maniobra cuando el entorno cambia.
Para reguladores y bancos centrales, el punto de equilibrio es doble. Velar por condiciones financieras que no incentiven una expansión crediticia indiscriminada y trabajar sobre marcos de competencia que eviten que la concentración derive en barreras de entrada insalvables. El informe deja claro que el ciclo actual no necesita fe desmedida para sostenerse. Necesita coordinación para que los incentivos privados no produzcan fragilidades públicas. En un contexto así, las correcciones son parte de la respiración y no el preludio de un estallido.
El cierre no es una sentencia sino una metodología. Las burbujas se construyen con precios desanclados de utilidades, con crédito que tapa grietas y con relatos que prometen lo imposible. El momento presente no encaja en esa trilogía. Exige cuidado, porque la euforia existe. Exige selección, porque no todo vale lo que cuesta. Exige paciencia, porque los flujos de caja tardan en consolidarse. Cuando el precio conversa con beneficios y el capital se asigna con disciplina, el mercado deja de ser un casino y se parece más a un tablero de decisiones. Si la disciplina se sostiene, la narrativa no necesita exageraciones para que el ciclo avance.
Referencias:
- Goldman Sachs Global Strategy Paper No. 73, “Why we are not in a bubble… yet”. (cfsrating.com)
- Goldman Sachs Research, “Why global stocks are not yet in a bubble”. (Goldman Sachs)
- Yahoo Finance, cobertura y citas de Oppenheimer sobre valoraciones exigentes pero sin burbuja. (Yahoo Finanzas)
- Página pública de GS Publishing con índice de reportes relacionados. (gspublishing.com)