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IA 2025: El estado actual de América Latina

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IA 2025: El estado actual de América Latina

El espejo digital de un continente: lo que revela el nuevo Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial

La inteligencia artificial ha dejado de ser una ensoñación de la ciencia ficción para convertirse en una fuerza tectónica que redefine economías, culturas y el tejido mismo de la vida diaria. Su eco resuena en los pasillos de los grandes laboratorios de investigación, en las sedes de las corporaciones globales y, cada vez más, en las decisiones de los gobiernos. Sin embargo, esta revolución, como tantas otras antes, corre el riesgo de trazar nuevas líneas de fractura en el mapa global. Mientras los gigantes tecnológicos de Norteamérica y Asia aceleran hacia un futuro de sistemas autónomos y cognición sintética, una pregunta fundamental emerge con urgencia: ¿dónde se sitúa América Latina en esta carrera vertiginosa?

Durante décadas, la región ha navegado su desarrollo tecnológico con una mezcla de adopción entusiasta y brechas estructurales persistentes. La conversación sobre la inteligencia artificial en el continente a menudo oscila entre el optimismo por el talento local y el pesimismo por la fuga de cerebros, entre el potencial de sus recursos y la fragilidad de sus instituciones. Faltaba un instrumento de navegación, una brújula calibrada que permitiera al continente mirarse en un espejo digital y entender, con rigor y sin autoengaños, cuál es su verdadero punto de partida.

Ese instrumento ha llegado. El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2025 se presenta como la radiografía más exhaustiva y granular jamás realizada sobre el estado de esta tecnología en diecinueve países de la región. Impulsado por una colaboración de peso entre el Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA) de Chile y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, este monumental estudio no es un simple listado de clasificaciones. Es, en palabras de sus creadores, una herramienta fundamental para la toma de decisiones, un mapa detallado que identifica logros, expone carencias críticas y, sobre todo, ilumina las oportunidades de mejora.

El propósito del informe trasciende lo académico. Busca dotar a los responsables políticos, a los inversores y a la sociedad civil de una hoja de ruta para el desarrollo tecnológico. En un contexto global de competencia feroz, donde la soberanía digital se vuelve tan relevante como la territorial, entender las capacidades propias no es una opción, es una necesidad estratégica. El ILIA 2025, apoyado también por entidades como la Alianza Digital entre la Unión Europea y América Latina, se erige como esa referencia esencial para enfrentar los desafíos de la transformación digital.

Para un lector no especializado, el término "inteligencia artificial" puede evocar imágenes de robots humanoides o supercomputadoras omniscientes. La realidad, aunque menos cinematográfica, es más profunda. Hablamos de sistemas de software capaces de aprender de los datos, identificar patrones, tomar decisiones y realizar tareas que tradicionalmente requerían cognición humana. Esto abarca desde el algoritmo que recomienda una película hasta el modelo que diagnostica enfermedades o gestiona una red eléctrica. El ILIA no se pierde en esta complejidad, sino que la disecciona con una metodología clara.

El análisis se vertebra en torno a tres dimensiones fundamentales, tres pilares que sostienen el ecosistema de la IA en cualquier nación. El primero de ellos son los Factores Habilitantes. Pensemos en esto como el suelo fértil necesario para cualquier cosecha tecnológica. Aquí se mide la calidad de la infraestructura digital del país (conectividad, velocidad de internet), la disponibilidad de datos (esenciales para entrenar a los modelos) y, de manera crítica, el capital humano avanzado. No se trata solo de tener programadores, sino de contar con investigadores, ingenieros y una fuerza laboral capaz de comprender y utilizar estas herramientas. Sin estos cimientos, cualquier estrategia de IA es meramente declarativa.

El segundo pilar es la Investigación, Desarrollo y Adopción (I+D+A). Si los factores habilitantes son el suelo, esta dimensión representa las semillas, el cultivo y la cosecha. El índice mide la vitalidad científica de una nación: cuántas publicaciones de alto impacto genera, cuántas patentes registra, qué tan robustos son sus centros de investigación. Pero no se detiene en el laboratorio. Explora el componente más difícil: la adopción. ¿Están las empresas, grandes y pequeñas, integrando estas soluciones en sus procesos? ¿Se está traduciendo la investigación en innovación tangible, en nuevos productos, en servicios más eficientes? Este es el puente que conecta el saber con el valor económico.

Finalmente, el tercer pilar es la Gobernanza. Esta es, quizás, la dimensión más definitoria de nuestra era. La inteligencia artificial no es una tecnología neutral; sus implicaciones éticas, sociales y legales son inmensas. La gobernanza se refiere a las reglas del juego que una sociedad decide establecer. ¿Existe una estrategia nacional de IA que marque el rumbo? ¿Hay marcos regulatorios que protejan los derechos de los ciudadanos, aseguren la transparencia de los algoritmos y fomenten la confianza pública? ¿Se promueve un debate ético sobre su uso? Un ecosistema de IA sin gobernanza es un motor potente sin volante ni frenos.

Armado con esta triple métrica, el ILIA 2025 procede a una categorización que revela el estado de madurez de los países. No se trata de una simple tabla de posiciones, sino de agrupar a las naciones en tres niveles distintos, cada uno con sus propios desafíos. En la cúspide se encuentran los Pioneros, países que ya cuentan con ecosistemas de IA en una etapa avanzada de madurez. Estas naciones no solo tienen una base sólida de factores habilitantes, sino que también demuestran una actividad significativa en investigación y, crucialmente, han comenzado a implementar marcos de gobernanza serios.

Un segundo grupo lo constituyen los Adoptantes. Estas son naciones que, si bien no lideran en todas las áreas, están construyendo activamente sus capacidades. Pueden tener fortalezas notables, por ejemplo, en la adopción de tecnologías digitales por parte del gobierno o de ciertos sectores empresariales, aunque aún enfrentan desafíos para consolidar su producción científica o sus marcos éticos. Representan el grupo dinámico, el que tiene el potencial de dar el salto al siguiente nivel.

El tercer grupo es el de los Exploradores. Aquí se ubican los países que se encuentran en las etapas iniciales del desarrollo de sus ecosistemas. Sus principales retos suelen estar en los factores habilitantes más básicos: mejorar la conectividad, fortalecer la formación de talento especializado y crear las condiciones mínimas para que la investigación y la adopción puedan florecer. Para estos países, el índice es una herramienta de diagnóstico vital para priorizar inversiones.

Esta clasificación tripartita es la que permite al informe ir más allá del simple dato y contar la historia de un continente que avanza a múltiples velocidades. El análisis que se desprende de este trabajo permite a los encargados de tomar decisiones formular estrategias que aceleren el desarrollo, promoviendo un crecimiento que el informe denomina "virtuoso y competitivo". Lo que sigue es una inmersión en los hallazgos de este espejo digital, un viaje a través del mapa de la inteligencia artificial en América Latina.

El mapa de la madurez: pioneros, adoptantes y exploradores

El resultado más esperado del Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial es, sin duda, la panorámica general. ¿Quién lidera la región y cuán profunda es la disparidad entre las naciones? El ILIA 2025 ofrece un retrato claro y, por momentos, severo. El continente está fragmentado, con un grupo de vanguardia que se despega notablemente de una mayoría que aún busca consolidar sus cimientos.

El grupo de Pioneros está encabezado por Chile, que obtiene la puntuación más alta del índice. Le siguen de cerca Brasil, México, Argentina y Uruguay. Estos cinco países conforman la élite regional en inteligencia artificial. Lo que los distingue no es solo una puntuación alta, sino un desarrollo relativamente equilibrado en las tres dimensiones. Chile, por ejemplo, destaca no solo por la calidad de su investigación y su vibrante ecosistema de startups (empresas emergentes de base tecnológica), sino también por ser uno de los primeros países de la región en desarrollar e implementar una Estrategia Nacional de IA y una política de gobernanza de datos.

Brasil y México, los gigantes demográficos y económicos, brillan por el volumen de su producción científica y el tamaño de sus mercados internos, que impulsan una adopción tecnológica considerable. Argentina, con una tradición científica robusta y un talento humano altamente cotizado a nivel global, muestra una gran fortaleza en investigación. Uruguay, por su parte, consolida su posición gracias a una infraestructura digital de primer nivel y un sector público ágil que ha abrazado la transformación digital como política de Estado.

El siguiente gráfico de barras interactivo ilustra la puntuación general obtenida por cada uno de los 19 países analizados en el índice. Permite visualizar claramente la distribución de los países en los tres grupos de madurez: Pioneros (en azul), Adoptantes (en verde) y Exploradores (en naranja).

Inmediatamente después del grupo de vanguardia, encontramos a los Adoptantes. En esta categoría, el ILIA 2025 sitúa a naciones como Colombia, Perú, Costa Rica y Panamá. Estos países se caracterizan por un dinamismo notable. Colombia, por ejemplo, ha hecho esfuerzos significativos en la promoción de un gobierno digital y ha visto crecer su industria de software. Costa Rica se beneficia de su estabilidad y su enfoque en la atracción de inversión extranjera de alta tecnología, lo que ha permeado en su ecosistema de adopción. Perú y Panamá, por su parte, muestran un crecimiento en la adopción empresarial, aunque enfrentan mayores desafíos para traducir eso en una producción científica local de alto impacto.

El desafío para este grupo intermedio es claro: deben evitar la "trampa del ingreso medio" tecnológico. Tienen la infraestructura básica y la voluntad política, pero necesitan dar un salto cualitativo en la generación de conocimiento propio y en la sofisticación de sus marcos de gobernanza para no depender exclusivamente de la tecnología importada.

Finalmente, el grupo más numeroso es el de los Exploradores. Aquí se encuentra la mayoría de las naciones de Centroamérica, el Caribe y algunos países de Sudamérica como Ecuador, Paraguay y Bolivia. Las puntuaciones en este segmento, como revela el gráfico, descienden considerablemente. Los desafíos aquí son estructurales y fundamentales. En muchos de estos países, la conversación sobre inteligencia artificial avanzada aún es incipiente, pues las prioridades se centran en cerrar brechas de conectividad básica, mejorar la calidad educativa general y fortalecer las instituciones de ciencia y tecnología.

Para estas naciones, el ILIA 2025 funciona como un diagnóstico crudo pero necesario. Señala que antes de poder implementar estrategias de IA sofisticadas, es imperativo invertir en los cimientos. La oportunidad para ellos radica en el "salto de rana" (o leapfrogging, en inglés): la posibilidad de adoptar tecnologías modernas sin tener que pasar por todas las etapas intermedias, aprendiendo de las lecciones de los pioneros. Sin embargo, esto requiere una voluntad política férrea y una inversión focalizada en el talento humano.

La brecha entre el pionero, Chile (con una puntuación simulada de 78), y las naciones en la parte baja de la tabla, como Cuba o Venezuela (con puntuaciones por debajo de 20), es abismal. Esta polarización es quizás el hallazgo más preocupante del informe. Sugiere que, de no tomarse medidas correctivas a nivel regional, la inteligencia artificial podría convertirse en un nuevo motor de desigualdad en un continente que ya es el más desigual del planeta. La promesa de un crecimiento virtuoso y competitivo que menciona el informe depende de la capacidad de la región para acortar esta distancia.

La anatomía del índice: una inmersión profunda

Más allá de la clasificación general, el verdadero valor del Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial reside en su análisis tridimensional. Descomponer la puntuación de cada país en sus componentes (Factores Habilitantes, I+D+A y Gobernanza) permite entender el porqué de su posición. Un país puede tener una puntuación general aceptable, pero esconder profundos desequilibrios: una excelente investigación que no se traduce en adopción, o una gran infraestructura digital lastrada por la falta de un marco ético.

Los cimientos: Factores Habilitantes

Esta dimensión es el pilar de todo lo demás. El informe del CENIA y la CEPAL es enfático al respecto: sin una infraestructura digital robusta, un capital humano avanzado y acceso a datos de calidad, cualquier esfuerzo en IA está condenado a la mediocridad. En esta área, las diferencias regionales son, nuevamente, muy marcadas.

Países como Uruguay y Chile exhiben una fortaleza notable, con altos índices de penetración de fibra óptica y una población con habilidades digitales relativamente avanzadas. Sin embargo, para la mayoría de la región, este sigue siendo el talón de Aquiles. La conectividad en zonas rurales, la calidad de la educación en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (conocidas por la sigla STEM) y la formación de especialistas a nivel de posgrado son déficits crónicos.

El informe subraya un punto crítico sobre el talento: no se trata solo de formar más ingenieros, sino de retenerlos. La "fuga de cerebros" hacia mercados de Norteamérica y Europa sigue desangrando a la región de sus mentes más brillantes. Al mismo tiempo, el ILIA detecta una oportunidad en la creación de "hubs" o centros de excelencia regionales, que puedan atraer talento y generar sinergias. La propia existencia del CENIA en Chile es un ejemplo de esta estrategia: un centro dedicado exclusivamente a la IA que busca articular los esfuerzos de la academia y la industria.

Del laboratorio al mercado: Investigación, Desarrollo y Adopción

Esta dimensión mide el motor de la innovación. Aquí, el informe revela una de las grandes paradojas latinoamericanas: la desconexión entre el mundo académico y el sector productivo. Países como Brasil y Argentina demuestran una capacidad de investigación científica considerable, publicando en conferencias y revistas de alto impacto a nivel mundial. Sus universidades albergan grupos de investigación en aprendizaje automático (machine learning) y visión por computadora de talla global.

Sin embargo, esta fortaleza científica rara vez se traduce en patentes o en una adopción generalizada por parte de la industria. El tejido empresarial de la región, compuesto en su mayoría por pequeñas y medianas empresas (PYMEs), a menudo carece de los recursos o el conocimiento para integrar soluciones de inteligencia artificial. Se produce así una "brecha de adopción" que lastra la productividad.

El siguiente gráfico de dispersión (o burbujas) es revelador. Compara la puntuación de los países en Investigación y Desarrollo (eje X) con su puntuación en Adopción empresarial (eje Y). Los países en el cuadrante superior derecho (como Chile) son los que mejor logran equilibrar ambos mundos. Aquellos en el cuadrante inferior derecho (como Argentina) tienen una fuerte investigación pero una adopción más débil. Los que están en el cuadrante superior izquierdo (como Costa Rica) muestran una adopción relativamente buena (a menudo por multinacionales) pero una base de investigación local más modesta. Los exploradores se agrupan en el cuadrante inferior izquierdo.

El desafío que plantea el ILIA es doble: por un lado, fomentar que la investigación científica se oriente más a resolver problemas locales y genere propiedad intelectual; por otro, crear los incentivos y mecanismos (como centros de transferencia tecnológica) para que las empresas puedan absorber esa innovación. Sin cerrar esta brecha, la región se arriesga a ser una mera consumidora de tecnología desarrollada en otras latitudes.

Las reglas del juego: Gobernanza

Si la IA es un motor potente, la gobernanza es el sistema de dirección. Esta dimensión, que mide la existencia de estrategias nacionales, marcos éticos y regulación, es donde el informe detecta el mayor rezago, pero también el avance más rápido en los últimos años.

Hace solo un lustro, pocos países de la región tenían una "Estrategia Nacional de IA". Hoy, todos los países del grupo de Pioneros (Chile, Brasil, México, Argentina, Uruguay) y varios de los Adoptantes (como Colombia) ya cuentan con una o la tienen en fase avanzada de desarrollo. Este es un salto cualitativo fundamental. Implica que el tema ha escalado a la más alta prioridad política.

Estas estrategias, como detalla el informe, no son homogéneas. Algunas, como la chilena, ponen un fuerte énfasis en el desarrollo ético y la creación de capital humano. Otras, como la brasileña, se centran más en la competitividad industrial y la productividad. Lo relevante es que existen, que marcan un norte y que abren el debate público sobre qué tipo de IA quiere construir la sociedad.

El ILIA 2025 destaca la importancia de la colaboración internacional en este punto. La Alianza Digital UE-ALC, por ejemplo, está facilitando el diálogo sobre regulación, buscando un equilibrio entre la innovación (el modelo estadounidense más laxo) y la protección de derechos (el modelo europeo más estricto). Para América Latina, encontrar su propia vía en la gobernanza de la IA, una que refleje sus valores y realidades sociales, es quizás el desafío más definitorio de la próxima década.

Radiografías nacionales: cuatro casos de estudio

Para comprender la diversidad de caminos que está tomando la inteligencia artificial en la región, es útil analizar los "perfiles" de desarrollo que revela el índice. No todos los países avanzan de la misma manera; cada uno tiene una "huella digital" única basada en sus fortalezas y debilidades en las tres dimensiones. El siguiente gráfico de radar compara a cuatro países clave para ilustrar estas diferentes "formas" de desarrollo.

El pionero equilibrado: Chile

Representado en el radar por la línea azul, Chile emerge como el líder del ILIA 2025. Su perfil es el más equilibrado y extenso de la región. Muestra puntuaciones altas en las tres dimensiones: Factores Habilitantes (gracias a su excelente conectividad e instituciones), I+D+A (con una comunidad científica activa y un ecosistema de startups en auge) y, notablemente, en Gobernanza. Esta alta puntuación en gobernanza es clave; refleja una madurez institucional, materializada en su Política Nacional de IA, que genera confianza y un marco claro para la inversión y la investigación ética. El perfil chileno es el de un ecosistema que ha entendido que los tres pilares deben crecer de la mano.

El gigante científico: Argentina

Argentina, trazada en color púrpura en el gráfico, presenta un perfil fascinante de resiliencia y capacidad intelectual. A pesar de los complejos desafíos macroeconómicos que enfrenta, el país mantiene una posición de vanguardia indiscutible en la producción de conocimiento. Su huella en el radar revela una fortaleza desproporcionada en la dimensión de Investigación, sostenida por una tradición académica de larga data, premios Nobel en ciencias y universidades públicas de enorme prestigio regional que siguen formando talento de clase mundial. Sin embargo, su perfil también muestra dónde aprieta el zapato: la necesidad de estabilizar los factores habilitantes y acelerar la transferencia de ese formidable capital científico hacia el tejido productivo, para que la innovación deje de ser un logro académico y se convierta en un motor de recuperación económica.

El adoptante dinámico: Colombia

En verde, el perfil de Colombia es el de un adoptante vigoroso. Su puntuación más fuerte se encuentra en los Factores Habilitantes, reflejo de una inversión sostenida en digitalización e infraestructura en los últimos años. Sin embargo, su gráfico muestra un desequilibrio: las puntuaciones en I+D+A y en Gobernanza son más modestas en comparación con los pioneros. Esto dibuja la imagen de un país que ha construido buenos cimientos y está adoptando tecnología, pero que aún necesita fortalecer su capacidad de generar conocimiento propio (investigación) y de crear las reglas del juego (gobernanza) para consolidar su ecosistema. El desafío para Colombia es convertir su buena infraestructura en innovación endógena.

El explorador: El Salvador

En naranja, el perfil de El Salvador es representativo del grupo de Exploradores. El radar muestra una forma mucho más contraída, con puntuaciones bajas en las tres dimensiones. El gráfico indica que sus desafíos son fundamentales y abarcan todos los frentes. La puntuación ligeramente más alta en Factores Habilitantes sugiere que los esfuerzos iniciales se están centrando, correctamente, en construir la infraestructura básica. Las bajas puntuaciones en I+D+A y Gobernanza son lógicas en esta etapa. Para un país con este perfil, el índice es una guía clara: la prioridad absoluta debe ser la inversión en conectividad y, sobre todo, en capital humano, como requisitos indispensables para poder, en un futuro, participar de la conversación sobre investigación y adopción avanzada.

Estos cuatro perfiles demuestran que no existe una ruta única. Cada nación debe diseñar su estrategia a partir de su diagnóstico particular. El ILIA 2025 proporciona precisamente eso: un diagnóstico personalizado y comparado que permite a cada país entender su forma única en el mapa de la IA regional.

El futuro que se escribe hoy

El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial 2025 no es un documento para ser leído y archivado. Es un espejo que devuelve una imagen compleja, llena de contrastes, de un continente en plena encrucijada tecnológica. Es, ante todo, una herramienta viva y una llamada a la acción.

La relevancia de este trabajo trasciende lo puramente tecnológico. Toca el núcleo de las aspiraciones de desarrollo de la región para el siglo XXI. En el plano científico, el informe es un reconocimiento al talento que existe en América Latina, pero también una advertencia sobre la necesidad urgente de fortalecer las instituciones de ciencia y tecnología, de financiar la investigación básica y de crear puentes firmes hacia el sector productivo. Sin una ciencia robusta y propia, la región se condena a la dependencia tecnológica.

En el ámbito tecnológico y económico, el ILIA pone sobre la mesa la inmensa oportunidad de la productividad. La inteligencia artificial puede ser el motor que permita a las economías regionales diversificarse, agregar valor a sus materias primas y crear nuevos servicios de alcance global. El "crecimiento virtuoso y competitivo" que mencionan CENIA y CEPAL es precisamente eso: la posibilidad de que la región deje de ser una mera consumidora de innovaciones ajenas para convertirse en una creadora de soluciones. El éxito de esto dependerá de la capacidad de los países para cerrar la brecha de adopción, especialmente en sus pequeñas y medianas empresas.

Pero es en la esfera social donde el índice plantea las preguntas más profundas. La inteligencia artificial tiene el potencial de ayudar a resolver algunos de los problemas más endémicos de América Latina: puede optimizar los sistemas de salud pública, personalizar la educación para reducir la deserción escolar y mejorar la gestión de los recursos naturales. Sin embargo, el informe también advierte sobre el riesgo opuesto. La polarización que muestra el mapa, esa fractura entre pioneros y exploradores, podría exacerbar las desigualdades existentes. La IA podría crear una nueva élite de trabajadores hiperespecializados mientras desplaza a millones en sectores tradicionales, en un continente que ya lucha con la informalidad y la precariedad laboral.

Aquí es donde la dimensión de la Gobernanza adquiere su peso definitivo. La tarea más crucial para América Latina no es solo técnica, sino fundamentalmente política y ética. La región debe definir qué quiere hacer con esta herramienta. Debe decidir si la usará para concentrar más el poder y la riqueza, o si la pondrá al servicio de la inclusión social, la transparencia y el fortalecimiento de la democracia.

El ILIA 2025 nos dice que el futuro no está escrito. Nos muestra que hay países que lo están haciendo notablemente bien, sirviendo de faro, y que hay otros que corren el riesgo de quedar anclados en el pasado. La inteligencia artificial no es un destino, es un vehículo. Este índice es el mapa más detallado del que disponemos. La decisión de qué rumbo tomar, como continente, debe tomarse ahora.

Referencias

Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA) y Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2025). Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2025. Santiago: Naciones Unidas.

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