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Extinción o despegue: los escenarios de IA según la Fed de Dallas

ChatGPT Image 15 oct 2025, 02_50_09

Extinción o despegue: los escenarios de IA según la Fed de Dallas

El artículo del Federal Reserve Bank of Dallas, de junio de 2025, “Advances in AI will boost productivity, living standards over time”, presenta una figura que superpone una serie histórica de producto per cápita de Estados Unidos, expresada en dólares de 1990, desde 1870 hasta 2024, con cuatro trayectorias hipotéticas para el período 2030–2050. El eje vertical está en escala logarítmica.

Ese detalle es central para la lectura: en logarítmico, una línea recta equivale a una tasa de crecimiento constante y cualquier curvatura indica aceleración o frenado de esa tasa. La línea celeste reproduce la historia; la naranja fija la tendencia de referencia en torno a 1,9 por ciento anual; la verde introduce un impulso moderado asociado a la adopción de herramientas de inteligencia artificial que llevaría la tasa a 2,1 por ciento durante una década antes de regresar al 1,9 por ciento; la roja describe una “Singularity: Benign” con aceleración pronunciada del crecimiento; la violeta rotula “Singularity: Extinction” y desciende hasta acercarse a cero antes de 2050. Cabe aclarar que el documento aclara que se trata de escenarios ilustrativos, no de un pronóstico ni de una senda oficial, pero…

Lo más llamativo no es la técnica, sino el rótulo. El uso explícito de la palabra “Extinction” en una publicación de una institución del sistema de la Reserva Federal es excepcional y explica por qué la figura se volvió viral en ámbitos tecnológicos y económicos. Jack Clark, editor de Import AI, destacó precisamente esa amplitud del abanico, que va de un “plus” moderado de productividad a una hipótesis de quiebre total.

 

 

Qué hipótesis concretas traza el gráfico y qué preguntas abre

La trayectoria base en naranja resume la continuidad secular observada en la serie histórica: una pendiente casi constante que sugiere un crecimiento compuesto cercano a 1,9 por ciento anual. El mensaje literal es que, aun con guerras, crisis y reconversiones, la tendencia agregada se mantuvo notablemente estable por siglo y medio. La pregunta inmediata es empírica y verificable: si la próxima década se parece a la media histórica, ¿qué variables podrían forzar una salida de esa “recta” de largo plazo y con qué velocidad? El propio montaje de la figura invita a cuantificar umbrales de cambio en productividad total de los factores y difusión tecnológica necesarios para torcer la pendiente.

La línea verde propone un impulso acotado: una década con 2,1 por ciento anual y retorno al 1,9 por ciento. Lo que “dice” la figura es que ese escenario produce un salto de nivel permanente, no un cambio de régimen. La separación respecto de la base persiste tras los diez años, aunque la pendiente vuelva a la histórica. Preguntas que quedan abiertas y que el gráfico deja a la vista: qué tasa de adopción de IA en procesos reales implicaría ese 0,2 por ciento adicional, qué sectores explicarían el escalón y cómo medirlo con series de productividad que suelen rezagar impactos intangibles. También sugiere un interrogante sobre política pública y gestión privada: si el “verde” es lo más probable, ¿qué políticas maximizan el aprovechamiento de ese escalón sin sobrerreaccionar en inversión en cómputo?

La línea roja, “Singularity: Benign”, dibuja una aceleración explícita. En escala logarítmica, el trazo se encorva hacia arriba, es decir, la tasa de crecimiento misma aumenta a lo largo del tiempo. El documento no adjudica mecanismos, pero el título del ensayo los sugiere: avances de IA que elevan productividad y nivel de vida. Lo que la figura deja en claro es la temporalidad del quiebre: el cambio de curvatura comienza alrededor de 2030 y se vuelve notorio hacia la década de 2040. Las preguntas que surgen son operativas y de medición: qué indicadores adelantados permitirían detectar que se está transitando del verde al rojo, qué señales en salarios, inversión en capital intangible, horas trabajadas y márgenes sectoriales confirmarían difusión masiva de agentes y automatización cognitiva, y qué tan homogénea sería la transmisión por ramas de actividad. El gráfico también fuerza una cuestión macroenergética que no enuncia, pero que sugiere: si la pendiente se empina, ¿de dónde salen la energía y la infraestructura para sostenerla?

La línea violeta, “Singularity: Extinction”, no es un giro retórico. En la imagen, la trayectoria se separa de la base a comienzos de la década de 2030, se curva hacia abajo y se aproxima a cero antes de 2050, con un quiebre visible hacia mediados de la década de 2040. Lo que el gráfico afirma, literalmente, es un colapso de la capacidad productiva en el horizonte de una generación. No define causas, pero las notas del ensayo enmarcan la IA como tecnología de propósito general capaz de “alterar drásticamente la economía en poco tiempo”. La figura, al rotular “extinción”, condensa esa posibilidad en un trazo contundente.

Preguntas explícitas que deja planteadas: qué tipo de eventos podrían producir una contracción compuesta sostenida, cuánto dependen de la concentración del cómputo y de infraestructuras críticas vulnerables, cómo se modela la interacción entre IA, energía y ciberseguridad, y qué métricas oficiales serían sensibles a una transición temprana hacia esa curva. También interpela a la estadística económica: en un escenario violeta, ¿qué series se distorsionarían primero y cuáles conservarían poder informativo?

El año aproximado en el que la línea violeta se acerca al cero es parte del mensaje visual. La figura lo ubica antes de 2050, con inflexión hacia mediados de los cuarenta. Eso dice el gráfico, sin asignar probabilidades. La pregunta de seguimiento es metodológica: si se usa una escala logarítmica y una base histórica larga, ¿cuánta sensibilidad tiene el trazado a supuestos de arranque, a rezagos de adopción y a discontinuidades exógenas no relacionadas con IA, como choques climáticos o geopolíticos?

El rango completo de cuatro trayectorias funciona como un guion explícito de incertidumbre. No hay “predicción”, hay escenarios. La decisión editorial de colocarlos juntos y nombrar los extremos hace dos cosas a la vez. Por un lado, evita el sesgo de selección de futuros únicamente amables. Por otro, fuerza a quien mira a distinguir entre niveles y pendientes, y entre tasas constantes y tasas cambiantes. Las preguntas que emergen son de monitoreo y gobernanza: qué tableros deben construir reguladores y empresas para identificar a tiempo el tránsito entre curvas, cómo testear políticas para el verde sin quedar ciegos al rojo, y qué umbrales institucionales activar si aparecen señales de violeta.

Lo que el Dallas Fed explicita y lo que deja en suspenso

El texto que acompaña la figura remarca dos puntos que conviene consignar tal cual. Primero, la IA puede “potenciar” ganancias de productividad y niveles de vida con el tiempo, en parte por efectos mayores en trabajadores menos experimentados según estudios recensados. Segundo, la misma tecnología podría “alterar drásticamente la economía en relativamente poco tiempo”, y por eso es razonable considerar rutas que se apartan con fuerza de la tendencia.

El documento no adjudica probabilidades ni baja una línea de política, y presenta la imagen como herramienta pedagógica para discutir impactos macroeconómicos. Eso dice. Lo que deja en suspenso son las retroalimentaciones precisas entre adopción, mercado laboral, precios de la energía, inversión en capital intangible y estabilidad financiera, que exceden la ambición de un ensayo breve.

Un hecho adicional que pertenece a lo publicado y ayuda a entender la viralidad del gráfico, no deja de ser sorprendente que un banco de la Reserva Federal haya elegido incluir Extinction como etiqueta pública. No es un juicio sobre su plausibilidad, es el señalamiento de una decisión editorial que amplía el debate.

Interrogantes que el gráfico instala

¿Qué serie adelantada de productividad y de uso de IA en procesos reales distinguiría a tiempo el verde del rojo? ¿Qué métricas de resiliencia de infraestructura y de concentración del cómputo permitirían detectar deslizamientos hacia el violeta antes de que sean irreversibles? ¿Qué tasa de difusión sectorial y qué elasticidades de sustitución trabajo-máquina sostendrían una curvatura roja sin generar efectos de segundo orden que la aplanen? ¿Qué umbrales activarían pruebas de estrés macroenergéticas y de ciberseguridad coherentes con el abanico que la propia figura pone sobre la mesa?

Nada de eso son interpretaciones libres. Son las preguntas que se desprenden de lo que el gráfico escribe y muestra: cuatro mundos posibles en el mismo plano, una escala que obliga a pensar en tasas más que en niveles, y una etiqueta que obliga a considerar los escenarios extremos.

El Dallas Fed no sentencia, dispone el mapa; el debate serio arranca donde termina el trazo.

Referencias

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