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Jony Ive y Sam Altman revelan su visión para redefinir la relación humana con la tecnología

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Jony Ive y Sam Altman revelan su visión para redefinir la relación humana con la tecnología

Jony Ive pasó más de dos décadas en Apple diseñando objetos que transformaron la relación de la humanidad con la tecnología digital. El iMac translúcido, el iPod que puso mil canciones en tu bolsillo, el iPhone que redefinió qué significa un teléfono. Cada producto llevaba su huella inconfundible: líneas limpias, materiales premium, una obsesión por eliminar lo superfluo hasta que solo quedara lo esencial.

Ahora, el legendario diseñador británico ha emergido de un período de relativo silencio para revelar que está trabajando con Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, en un proyecto que algunos describen como el dispositivo de inteligencia artificial más ambicioso jamás concebido. Durante casi cuarenta y cinco minutos en el evento Dev Day de OpenAI en octubre de 2025, Ive articuló una visión que se siente simultáneamente como continuación y arrepentimiento de su trabajo anterior. El hombre que diseñó el iPhone, dispositivo que posiblemente definió la era moderna de la computación personal, ahora está en una búsqueda para curar a la humanidad de su adicción a las pantallas.

La colaboración entre Ive y Altman se formalizó cuando OpenAI adquirió io Products, la startup fundada por el diseñador, en un acuerdo valuado en aproximadamente 6.5 mil millones de dólares en acciones durante mayo de 2025. El equipo de cincuenta personas de Ive se unió a OpenAI para diseñar y construir hardware destinado a interfaces de inteligencia artificial. Los informes iniciales sobre el proyecto surgieron en otoño de 2023, cuando se filtró que ambos visionarios estaban intentando recrear el éxito del iPhone y la App Store pero con inteligencia artificial como fundamento tecnológico central.

Lo que hace particularmente intrigante esta colaboración es la tensión inherente entre sus participantes principales. Altman representa la vanguardia de la inteligencia artificial generativa, tecnología que ha demostrado capacidades extraordinarias pero también tendencias preocupantes hacia la alucinación de información y la generación de contenido sin verificación rigurosa. Ive, por su parte, es sinónimo de diseño físico meticulosamente considerado, donde cada curva, cada textura, cada detalle funcional ha sido deliberado hasta la perfección. ¿Cómo reconcilian estos dos mundos la impredecibilidad algorítmica con la precisión del diseño industrial?

Un dispositivo sin pantalla que podría funcionar como teléfono

Los detalles técnicos del dispositivo permanecen celosamente guardados, pero filtraciones y comentarios públicos han revelado contornos fascinantes. Los diseños están en etapas tempranas y no han sido finalizados, pero las posibilidades incluyen un «teléfono» sin pantalla y dispositivos domésticos habilitados con inteligencia artificial. Personas cercanas al proyecto insisten enfáticamente en que «no es un teléfono», aunque podría funcionar como uno. Esta contradicción aparente captura la complejidad conceptual del desafío: crear algo que realice funciones que asociamos con smartphones sin replicar la forma física que ha dominado nuestras vidas durante casi dos décadas.

Ive expresó en octubre de 2025 que los dispositivos podrían ayudar a las personas a «hacernos felices, menos ansiosos y menos desconectados». Esta declaración revela mucho sobre la filosofía subyacente. No se trata simplemente de crear otro gadget tecnológico sino de abordar lo que muchos consideran una crisis de bienestar psicológico alimentada por la omnipresencia de pantallas brillantes que compiten constantemente por nuestra atención. El iPhone liberó capacidades computacionales sin precedentes pero también creó patrones de uso compulsivo que el propio Ive parece reconocer como problemáticos.

Reportes recientes sugieren que OpenAI y Ive enfrentan desafíos técnicos significativos en el desarrollo del dispositivo sin pantalla. Crear una interfaz de usuario convincente que no dependa de retroalimentación visual tradicional representa un salto conceptual enorme.

Los humanos han evolucionado para procesar información visual con extraordinaria eficiencia; nuestros cerebros dedican aproximadamente treinta por ciento de su corteza a procesamiento visual comparado con ocho por ciento para tacto y tres por ciento para audición. Cualquier dispositivo que prescinda de pantallas debe compensar esta asimetría perceptual con interfaces de audio, táctiles o incluso gestuales lo suficientemente sofisticadas para transmitir información compleja de forma intuitiva.

La carrera por definir la forma física de la inteligencia artificial conversacional está intensificándose. Humane lanzó su AI Pin, un dispositivo portátil que proyecta información mediante láser en la palma del usuario. Rabbit presentó el r1, un objeto cuadrado brillante con pantalla pequeña que promete actuar como asistente personal impulsado por modelos de lenguaje grande. Ambos productos han recibido críticas mixtas, señalando que crear hardware convincente para inteligencia artificial es exponencialmente más difícil que desarrollar los algoritmos subyacentes.

Ive comprende este desafío mejor que casi cualquier persona viva. Su trabajo en Apple estableció que el diseño excepcional no es solo estética sino una forma de pensamiento que integra tecnología, materiales, ergonomía y psicología humana en objetos coherentes. El iPhone no tuvo éxito simplemente porque era hermoso sino porque Ive y su equipo resolvieron miles de problemas de diseño sutiles que hicieron la interacción con software complejo sentirse natural e intuitiva.

Aplicar esa filosofía a dispositivos de inteligencia artificial presenta desafíos únicos. Los modelos de lenguaje grande son inherentemente impredecibles; dos consultas superficialmente similares pueden producir respuestas radicalmente diferentes. ¿Cómo se diseña una interfaz física para algo que no tiene comportamiento determinístico? ¿Cómo se comunica confiabilidad cuando el sistema subyacente ocasionalmente alucina información con confianza absoluta?

Si un dispositivo físico diseñado por Ive va a mediar la interacción diaria de las personas con inteligencia artificial, debe incorporar mecanismos que comuniquen incertidumbre cuando sea apropiado, que señalen cuando están especulando versus reportando hechos verificados, que reconozcan los límites de su conocimiento.

El modelo de negocio detrás de la visión

La adquisición de io Products por 6.5 mil millones de dólares señala que OpenAI considera el hardware no como experimento lateral sino como componente estratégico central de su visión futura. El modelo de negocio de Apple siempre ha enfatizado integración estrecha entre hardware, software y servicios. Ive y Altman aparentemente están intentando replicar esa fórmula con inteligencia artificial como tecnología fundacional.

Esta estrategia tiene sentido financiero y técnico. Los márgenes en hardware premium son sustanciales, especialmente cuando ese hardware se convierte en puerta de entrada hacia servicios basados en suscripción. Más importante aún, controlar el dispositivo físico permite a OpenAI optimizar la experiencia completa de forma que no sería posible mediante aplicaciones de software que operan sobre hardware de terceros. Apple demostró este principio repetidamente: el iPhone no fue solo un teléfono que ejecutaba software de Apple, fue un ecosistema integrado verticalmente donde cada componente había sido diseñado para trabajar armónicamente con los demás.

Sin embargo, la historia está llena de intentos fallidos de crear nuevas categorías de dispositivos. Google Glass prometió computación portátil ubicua pero se topó con resistencia social y limitaciones técnicas. Los relojes inteligentes tomaron años en encontrar casos de uso convincentes más allá de notificaciones y seguimiento de actividad física. La realidad virtual ha estado «a punto de despegar» durante una década sin lograr adopción masiva.

Ive y Altman son conscientes de estos precedentes. Su enfoque parece deliberadamente cauteloso, resistiendo la tentación de lanzamientos prematuros que podrían comprometer la visión de largo plazo por ganancias de corto plazo. Los reportes sobre desafíos técnicos significativos sugieren que están dispuestos a tomarse el tiempo necesario para resolver problemas fundamentales antes de presentar productos al mercado.

La declaración pública de Ive en Dev Day enfatizó valores sobre especificaciones técnicas. Habló sobre crear tecnología que nos haga más felices, menos ansiosos, menos desconectados. Este lenguaje resuena con críticas crecientes sobre el impacto de smartphones en salud mental, particularmente entre adolescentes. Estudios han correlacionado uso intensivo de redes sociales con mayores tasas de ansiedad y depresión. El diseño adictivo de aplicaciones que maximizan tiempo de pantalla ha sido denunciado incluso por algunos de sus creadores originales.

Si Ive realmente está buscando redención por haber creado dispositivos que consumieron la atención humana de formas no previstas, el camino hacia adelante requerirá más que simplemente eliminar pantallas. Demandará repensar fundamentalmente cómo la tecnología media la experiencia humana, qué tipos de interacciones fomenta o desalienta, cómo equilibra utilidad inmediata con bienestar de largo plazo.

La colaboración entre el diseñador que definió la estética de la era digital temprana y el empresario que está dando forma a la revolución de inteligencia artificial representa una de las asociaciones más fascinantes en tecnología contemporánea. Ambos han demostrado capacidad para anticipar necesidades que los consumidores no sabían que tenían y crear productos que transforman mercados enteros. Pero también operan en un momento donde el entusiasmo por innovación tecnológica está templado por conciencia creciente de consecuencias no intencionadas.

Cuando finalmente revelen qué han estado construyendo, probablemente no se parecerá a nada que hayamos visto antes. Ive tiene historial de crear productos que parecen inevitables en retrospectiva pero que eran impensables antes de existir.

El iPod no fue el primer reproductor de MP3, pero fue el primero que la gente realmente quería usar. El iPhone no fue el primer smartphone, pero fue el que redefinió la categoría completamente. Si io Products logra el mismo tipo de salto, no será simplemente un dispositivo nuevo sino una reimaginación completa de cómo los humanos interactúan con máquinas inteligentes. Y si fracasa, habrá demostrado una vez más que inventar el futuro es difícil, incluso para visionarios con recursos aparentemente ilimitados y historiales impecables.

La historia se está escribiendo en tiempo real, en salas cerradas donde diseñadores y ingenieros luchan con preguntas que nadie ha respondido satisfactoriamente todavía.

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