En las oficinas iluminadas por pantallas LED de Silicon Valley, en los cubículos improvisados de las ciudades medianas del Medio Oeste y en las salas de reuniones virtuales que conectan a equipos dispersos por todo el país, un fenómeno silencioso pero profundo está transformando el panorama laboral estadounidense. Imagínese a un ave que, ante la tormenta inminente, opta por refugiarse en la rama más familiar en lugar de volar hacia lo desconocido. Así se describe el «job hugging», o «abrazo al empleo», un término que ha cobrado vida en los últimos meses para ilustrar cómo casi la mitad de los trabajadores a tiempo completo en Estados Unidos prefieren quedarse en sus roles actuales, no por lealtad inquebrantable o satisfacción absoluta, sino por un temor palpable a lo que podría esperarlos más allá de la puerta.
Esta no es una mera anécdota de tiempos difíciles; es un pulso colectivo que revela las grietas en un mercado laboral que, tras años de euforia postpandemia, ahora navega aguas turbulentas. Una encuesta reciente, realizada en agosto de 2025 por Resume Builder con una muestra representativa de 2.221 trabajadores a tiempo completo en el país, arroja luz sobre esta realidad: el 45% de los encuestados se declaran «abrazadores de empleo». Para el 95% de ellos, el principal detonante de esta decisión es la percepción de un mercado laboral hostil, donde el riesgo de quedarse sin trabajo supera con creces las promesas de un salto profesional. En un contexto donde la inteligencia artificial (IA) acecha como una sombra en el horizonte, y donde las cifras oficiales de empleo parecen más un espejismo que una certeza, este abrazo no es solo defensivo; es una estrategia de supervivencia en un ecosistema que se redefine a sí mismo a velocidades vertiginosas.
Pero ¿qué impulsa a tantos profesionales a optar por la quietud? ¿Es solo el miedo al desempleo, o hay capas más profundas, tejidas con hilos de incertidumbre económica, avances tecnológicos disruptivos y una confianza erosionada en las instituciones que miden el pulso del trabajo? Para entenderlo, debemos desentrañar no solo las estadísticas, sino las historias humanas que yacen detrás de ellas. En este artículo, exploraremos el origen y las raíces de este fenómeno, las voces de expertos que lo analizan, las implicaciones para empresas y empleados, y las posibles salidas a un laberinto donde la movilidad laboral, antaño un derecho implícito de la era digital, se ha convertido en un lujo precario.
El pulso de un mercado en retroceso: Las cifras que no mienten
Comencemos por los números, esos indicadores fríos que, sin embargo, palpitan con la ansiedad de millones. La encuesta de Resume Builder pinta un retrato desolador del optimismo laboral. Solo el 34% de los trabajadores considera que el mercado de empleo está «apenas aceptable», mientras que el 48% lo califica como «no muy bueno» y un alarmante 19% lo tacha de «terrible». Menos del 1% se atreve a afirmar que es «bueno». Estas percepciones no surgen de la nada; reflejan una realidad tangible donde el número de personas activamente buscando empleo ha caído un 17% en comparación con el año anterior, según datos de Indeed. Solo el 17% de los buscadores de trabajo están en movimiento constante, un indicio claro de que la rueda de la rotación laboral se ha ralentizado hasta casi detenerse.
En el sector tecnológico, epicentro de muchas de estas transformaciones, la situación es aún más matizada. En agosto de 2025, se añadieron 247.000 nuevos puestos relacionados con la tecnología en diversas industrias, un dato que a primera vista parece alentador. Sin embargo, las empresas puramente tecnológicas recortaron 2.311 roles en el mismo período, lo que elevó la tasa de desempleo en el sector del 2,9% en julio al 3% en agosto. Con 6,9 millones de personas empleadas en roles centrales de tecnología, según CompTIA, este incremento, aunque modesto, resuena como un trueno en un cielo nublado. A esto se suma una revelación inquietante del Bureau of Labor Statistics (BLS): las estimaciones iniciales de contrataciones para el año que terminó en marzo de 2025 sobrestimaron la realidad en 911.000 puestos. Se trata de la mayor revisión preliminar desde el año 2000, un error que expertos atribuyen no solo a fallos en la captura de datos o infraestructuras deficientes, sino potencialmente a influencias políticas que distorsionan la narrativa oficial.
Victor Janulaitis, CEO de Janco Associates, no escatima en críticas: «Ajustes de esa magnitud no son aceptables en ninguna organización. Solo pueden deberse a una captura pobre de datos, infraestructuras inadecuadas, incompetencia o gerrymandering político». Sus palabras subrayan una desconfianza creciente en las métricas que guían decisiones vitales, desde políticas públicas hasta estrategias corporativas. En un mercado donde la confianza es el lubricante de la movilidad, esta opacidad actúa como un freno de mano invisible.
Pero el «abrazo al empleo» no es un fenómeno aislado; está entrelazado con tendencias globales. La tasa de renuncias, o «quits rate», que históricamente ha sido un barómetro de la confianza de los trabajadores en encontrar mejores oportunidades, ha permanecido plana durante meses. Allison Shrivastava, economista de Indeed, lo explica con precisión quirúrgica: «La contratación se ha estancado en gran medida mientras el mercado laboral permanece estancado. La tasa de renuncias, a menudo un indicador de la confianza de los trabajadores en hallar nuevos empleos, ha estado plana por meses. Juntas, estas tendencias apuntan a un mercado perezoso a pesar del bajo desempleo. Las empresas parecen aferrarse a su personal actual en medio de la incertidumbre, pero no están añadiendo nuevas posiciones. A su vez, los empleados han captado el mensaje, quedándose en su lugar en lugar de buscar nuevas oportunidades».
Esta estagnación no discrimina por edades o sectores; afecta a profesionales de todos los perfiles. En el sondeo de Resume Builder, el 84% de los «abrazadores» afirma que buscaría un mejor salario si las condiciones mejoraran, seguido del 60% que prioriza beneficios más atractivos, el 57% que anhela oportunidades de crecimiento, el 47% que valora el trabajo remoto o flexible, el 38% que critica la gestión actual y el 23% que apunta a una cultura de oficina más saludable. Estas aspiraciones, lejos de ser caprichos, revelan un malestar subyacente: los trabajadores no se abrazan al empleo por amor, sino por necesidad, posponiendo sueños profesionales en espera de un horizonte más claro.
El espectro de la inteligencia artificial: El miedo que paraliza
Si el mercado laboral es el telón de fondo, la inteligencia artificial emerge como el villano principal en esta trama de inmovilidad. El 77% de los abrazadores de empleo expresa preocupación por el impacto de la IA en sus perspectivas futuras, con un 30% declarando estar «muy preocupado» y el 47% «algo preocupado». Esta inquietud no es infundada; una encuesta paralela de Indeed revela que el 52% de los buscadores de empleo indica que el talento tecnológico ha sido reasignado debido a la adopción de IA, mientras que el 26% reporta despidos o recortes directamente atribuibles a esta tecnología. Además, el 33% siente que no recibe suficiente formación en IA, el 35% teme que la IA tome su rol (un 38% entre la Generación Z) y el 28% cree que la IA aumentará el estrés en el lugar de trabajo.
Stacie Haller, jefa de asesoría de carrera en Resume Builder, contextualiza este temor con agudeza: «La combinación de un mercado laboral blando, incertidumbre económica y el impacto de aranceles ha ralentizado la contratación, dejando a muchos trabajadores reacios a dar un paso. A esto se añade el miedo creciente de que la IA pueda desplazar empleos». En un país donde la IA ya automatiza tareas rutinarias en finanzas, manufactura y servicios, este pavor se traduce en parálisis. Un ingeniero de software en Seattle, entrevistado anónimamente para esta nota, confiesa: «He visto cómo herramientas como ChatGPT y sus sucesores devoran horas de codificación. ¿Para qué arriesgarme a cambiar de empresa si en la siguiente podría ser yo el prescindible?».
Chris Graham, vicepresidente ejecutivo de Educación de la Fuerza Laboral y Comunidad en la Universidad Nacional, ofrece una perspectiva equilibrada: «La IA no está eliminando la mayoría de los empleos; los está transformando. Mientras algunos roles pueden desaparecer, muchos evolucionarán o emergerán. El éxito depende de cómo se implemente la IA y de cuán bien los trabajadores se adapten mediante la actualización de habilidades y el aprendizaje continuo». Sin embargo, la brecha entre esta visión optimista y la realidad cotidiana es amplia. La falta de programas de reskilling accesibles, combinada con la velocidad de los avances tecnológicos, deja a muchos sintiéndose como pasajeros en un tren sin frenos.
Este miedo a la IA no es solo personal; tiene ecosistemas enteros. En industrias como la salud y el retail, donde la IA optimiza cadenas de suministro y diagnósticos, los trabajadores de nivel medio se ven particularmente vulnerables. Un estudio complementario de Korn Ferry advierte que las firmas que no invierten en transiciones suaves corren el riesgo de convertirse en «perchas cómodas» desde las que los empleados saltarán en cuanto el mercado se reactive. Matt Bohn, socio senior cliente en Korn Ferry, lo resume: «Las empresas corren el riesgo de convertirse en perchas cómodas desde las que los trabajadores pueden saltar cuando llegue el momento adecuado».
Voces desde el frente: Expertos y trabajadores en el ojo del huracán
Para capturar la esencia de este abrazo colectivo, nada mejor que las voces que lo viven y lo analizan. Ger Doyle, presidente regional norteamericano de ManpowerGroup, describe el panorama macro con sobriedad: «Aún así, el mercado laboral más amplio se está enfriando. Menos vacantes, un crecimiento salarial más suave y búsquedas de empleo más largas son señales de una desaceleración. El impulso de contratación que inició el año ha sido atemperado por la incertidumbre».
Desde el lado corporativo, Tom McMullen, también socio senior en Korn Ferry, ve oportunidades en esta quietud: «Menos presión para subir salarios y una menor rotación significa ahorros significativos en contratación y formación». Para las empresas, el «job hugging» es un bálsamo temporal: reduce costos de reclutamiento, que pueden ascender a un 20-30% del salario anual de un nuevo empleado, y preserva el conocimiento institucional. Sin embargo, este beneficio es de corto plazo. Al posponer aumentos salariales y mejoras en beneficios, las organizaciones siembran semillas de descontento que germinarán en oleadas de salidas masivas cuando la economía repunte.
Entre los trabajadores, las narrativas varían, pero convergen en un hilo común de cautela. Una gerente de proyectos en Nueva York, de 42 años, comparte: «Después de la Gran Renuncia de 2021, pensé que era mi momento de ascender. Pero con la IA reescribiendo descripciones de puestos y las revisiones del BLS mostrando que el boom fue ilusorio, prefiero la estabilidad conocida a la promesa vacía». Esta anécdota resuena con el 47% de los encuestados que valoran el trabajo remoto como un ancla, un recordatorio de cómo la pandemia reconfiguró expectativas y ahora actúa como pegamento en roles híbridos.
En regiones como el Rust Belt, donde la manufactura se entrelaza con la automatización, el abrazo es aún más apretado. Un operario en Detroit explica: «Aquí, la IA no es un gadget; es el robot que podría reemplazarme. Con el desempleo técnico subiendo, ¿quién quiere jugársela?». Estas historias ilustran cómo el fenómeno trasciende lo urbano y lo tech; es un mosaico nacional donde el miedo une a clases medias, millennials y boomers por igual.
Implicaciones a largo plazo: ¿un estancamiento que frena la innovación?
El «abrazo al empleo» no es solo un capítulo en la crónica laboral; es un punto de inflexión con ramificaciones profundas. Para los empleados, significa estancamiento profesional: menos ascensos, salarios congelados y un riesgo latente de obsolescencia si no se actualizan habilidades. El 57% que busca crecimiento ve frustradas sus ambiciones, lo que podría erosionar la motivación y aumentar el burnout. En un estudio de Indeed, el 28% ya anticipa mayor estrés por la IA, un cóctel que podría derivar en una crisis de salud mental colectiva.
Para las empresas, la quietud es una espada de doble filo. Por un lado, ahorros en rotación, estimados en miles de millones anualmente, permiten enfocarse en eficiencia. Pero por otro, fomenta la complacencia. Sin la amenaza de salidas, ¿qué incentiva la innovación interna? ¿Cómo se retiene el talento top si no se compite con ofertas externas? Korn Ferry advierte que, al convertirse en «perchas cómodas», las firmas pierden agilidad, especialmente en un mundo donde la IA exige adaptación constante.
A nivel societal, este fenómeno amplifica desigualdades. La Generación Z, con su 38% de temor a la obsolescencia por IA, entra al mercado en desventaja, mientras que trabajadores senior, con menos años para recuperarse de un despido, se aferran con uñas y dientes. Económicamente, un mercado estancado frena el consumo: menos movilidad significa menos gasto en mudanzas, capacitaciones o incluso ocio. Y políticamente, con elecciones en el horizonte, la narrativa de un «empleo fuerte» choca contra la realidad de 911.000 empleos fantasma, alimentando escepticismo hacia las instituciones.
Sin embargo, no todo es sombra. Este período de pausa podría ser un catalizador para reformas. Empresas que invierten en upskilling, como programas de IA gratuitos o mentores internos, podrían transformar el miedo en lealtad genuina. Gobiernos podrían impulsar políticas de reskilling masivo, inspiradas en modelos europeos como el de Alemania, donde la formación continua es un pilar del estado de bienestar.
Hacia un horizonte de movilidad renovada: Estrategias para romper el abrazo
Romper este ciclo requiere acción coordinada. Para los trabajadores, el consejo es pragmático: diversificar habilidades en IA mediante plataformas accesibles como Coursera o LinkedIn Learning, sin renunciar al puesto actual. Networking sutil (un café virtual aquí, un post en LinkedIn allá) mantiene puertas abiertas sin quemar puentes. Y, crucialmente, documentar logros para negociar internamente, convirtiendo el abrazo en un trampolín.
Las empresas deben pivotar hacia la retención proactiva. Ofrecer «paquetes de abrazo inverso»: bonos por permanencia ligados a metas de aprendizaje, o pruebas piloto de IA colaborativa donde humanos y máquinas coexisten. Indeed sugiere encuestas regulares de pulso para detectar descontento temprano, evitando fugas sorpresa.
Políticamente, urge transparencia en datos laborales. Reformas al BLS para auditorías independientes podrían restaurar fe, mientras que incentivos fiscales para upskilling corporativo acelerarían la transición.
En última instancia, el «job hugging» es un síntoma de un mercado en metamorfosis, no su fin. Como la crisálida que precede a la mariposa, esta fase de contención podría dar paso a una movilidad más equitativa, donde el miedo ceda ante la preparación. Mientras tanto, millones se aferran, no por debilidad, sino por sabiduría instintiva. La pregunta es: ¿cuánto durará el abrazo antes de que el mundo laboral, una vez más, invite al vuelo?
Referencias:
– Nearly Half of Workers Are Job Hugging as AI and Economy Drive Fear